
Tejiendo Redes I
La fuerza de la diversidad entre mujeres.

Hay un instante especial cuando varias mujeres se reúnen en una misma sala: se entrecruzan acentos, risas con matices únicos y silencios cargados de historias. Algunas llegan con las manos vacías pero el corazón lleno de esperanza; otras traen maletas repletas de recuerdos y diplomas que, en un nuevo país, parecen volverse invisibles. Todas comparten un anhelo: encontrar un lugar donde ser vistas, escuchadas y valoradas.
La diversidad cultural no es sólo un rasgo biográfico, es el tesoro que cada una aporta en su andar. Está en las recetas que cruzan fronteras y se vuelven abrazo en la mesa; en las canciones que nos recuerdan el hogar; en las palabras nuevas que aprendemos para sobrevivir; en la manera en que criamos, soñamos y resistimos. Cuando esas diferencias se encuentran, ocurre algo poderoso: tejemos redes.
Para muchas, migrar significa empezar de cero. Quienes llegan con pocos recursos enfrentan la incertidumbre diaria: ¿cómo pagar la renta?, ¿dónde dejar a los hijos mientras trabajan?, ¿cómo acceder a la salud o a la educación? Otras, aun habiendo tenido oportunidades en sus países de origen, descubren que aquí los estereotipos pesan igual: la mujer extranjera que es encasillada en "otros trabajos", la que "no entiende", la que siempre debe demostrar más. Son realidades distintas, unidas por un hilo común: la lucha por la dignidad y la igualdad.
Existe además una realidad menos hablada pero real: la de las mujeres que migran con cierta solvencia económica y que, por eso, la sociedad suele mirar con indiferencia. Se cree que, si una mujer no batalla con las cuentas del mes, entonces no necesita nada. Esa mirada simplifica hasta borrar. Contar con recursos no evita la soledad del desarraigo, ni borra la nostalgia de la tierra que se dejó atrás, ni facilita la integración en círculos sociales cerrados.
Esa mujer, aunque pueda sostenerse materialmente, también enfrenta barreras: prejuicios, aislamiento e invisibilidad. El "privilegio económico" no la exime de desigualdades culturales, emocionales y sociales que atraviesan toda migración.
En nuestra asociación, las mujeres migradas entendemos que no hay una sola historia válida; todas importan. La que habla apenas unas palabras en un idioma nuevo y la que domina varios, pero no encuentra un empleo justo. La que cría sola en un cuarto compartido y la que extraña a los suyos desde su oficina. La que cuenta cada moneda y la que, aun sin preocupaciones financieras, busca un lugar de pertenencia. Cada experiencia es un espejo que nos recuerda que la igualdad no se construye desde la homogeneidad, sino desde la aceptación y el respeto por nuestras diferencias.
Construir comunidad es mirarnos a los ojos y decirnos: NO ESTÁS SOLA. Es abrir espacios donde las voces no compiten, sino que se complementan. Es celebrar que la diversidad no divide, sino que multiplica la fuerza colectiva. Porque cuando una mujer comparte su receta de resistencia, otra encuentra consuelo; cuando una traduce un texto para su vecina, ambas avanzan; cuando nos tendemos la mano, incluso en medio de la adversidad, demostramos que la sororidad no entiende de pasaportes ni de cuentas bancarias.
Cada mujer migrante trae una historia única: de dónde vino, qué dejó atrás y qué esperanzas la impulsan. Migrar no solo implica adaptarse al idioma, al clima o a lo nuevo: implica reconstruirse lejos de lo conocido, reinventarse bajo miradas que a veces juzgan, y superar heridas que no siempre se ven. El apoyo mutuo convierte esas heridas en fuerza compartida.
Somos tejedoras de futuro. Cada día que elegimos apoyarnos, abrirnos y reconocernos, construimos una sociedad más justa, más inclusiva y profundamente humana.
La diversidad cultural entre mujeres no es un desafío que debamos temer: es una oportunidad para imaginar un mundo distinto. Un mundo donde no importe de qué tierra vengas ni cuánto trajiste contigo, sino la fuerza con la que caminas junto a otras. Donde cada acento sea melodía, cada rostro un horizonte y cada historia, un capítulo indispensable en el libro colectivo de la igualdad.
Porque juntas, desde la pluralidad de nuestras raíces, estamos demostrando que la verdadera patria de las mujeres es la comunidad que nos sostiene. Y esa comunidad, día a día, la seguimos tejiendo NOSOTRAS.
Hasta la próxima.
Martha Ortega
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Artículo extraído de la sección "Nosotras" de nuestra página www.ondoantopagunea.com
https://ondoan-topagunea7.cms.webnode.es/nosotras/
